Solaris (Solyaris, 1972) de Andrei Tarkovsky.


Kris Kelvin (Donatas Banionis), científico y psicólogo, es enviado a la estación espacial que gira en torno al planeta Solaris. Al que rodea algo parecido a un océano que, según se cree, puede ser una especie de cerebro pensante. Todas las informaciones que llegan desde la estación son desconcertantes y carecen de sentido, por lo que la misión de Kris consistirá en comprobar qué sucede en el interior de sus instalaciones.


El personaje de Kris evolucionará de forma drástica a lo largo de la película, ya que si al principio se muestra como un tipo frío y extremadamente racional, al final acabará sucumbiendo a las pasiones y emociones que se desencadenan en la estación.

El guión de Solaris fue escrito conjuntamente por Andrei Tarkovsky y Friedich Gorenstein a partir de la novela homónima de ciencia-ficción de Stanislaw Lem.

Siendo Tarkovsky, está claro que no nos encontramos ante una cinta de ciencia-ficción al uso (Tarkovsky renegaba de dicho género), sino que se trata de una reflexión de carácter existencialista en la que se intenta penetrar en las oscuras profundidades del alma humana.


Solaris se estrenó en 1972, cuatro años después de la obra maestra de Kubrick 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), por lo que las comparaciones entre una y otra resultaron inevitables. Estamos, en cualquier caso, ante dos filmes completamente distintos. Ya que, además de la diferencia de presupuesto, existe otra, quizá más importante; y es que si en 2001 Kubrick buscaba las respuestas en el exterior, en el espacio, Tarkovsky prefiere realizar un ejercicio de introspección humanista. El espacio exterior carece de importancia en Solaris. De hecho, las imágenes del mismo son escasas. Al contrario del espectáculo coreográfico que Kubrick nos ofrecía en su obra. Si en 2001 los diálogos eran limitados, en Solaris, en cambio, son abundantes y profundos.

El filme comienza con el Preludio Coral en Fa Menor de J. S. Bach, lo que nos indica que estamos ante un filme de evidentes connotaciones religiosas (como casi toda la filmografía de su autor). Tras los títulos de crédito iniciales, la acción se sitúa en la tierra. Se trata de un extenso prólogo, ausente en la novela, que Tarkovsky incluyó  para dejar claro desde el principio que su interés se centra, ante todo, en la relación que se establece entre nuestro planeta y el hombre; no entre el hombre y el resto del cosmos.

Una vez trasladado a la estación espacial, Kris comprobará que el océano pensante es capaz de reproducir los sueños y recuerdos de la mente humana. Algo que se produce cuando los tripulantes duermen, y que en el caso de nuestro protagonista, dará lugar a la aparición de Hari (Natalia Bondarchuk), su mujer que se había suicidado unos años atrás. Pocos personajes en la historia del cine desprenden el patetismo de Hari, esa chica sensible y enamorada que, para no dañar a su amado, intenta destruirse una y otra vez, resucitando de forma inevitable cada vez que lo hace.


En la película también aparecen otros dos destacados actores soviéticos que, como Kris, son tripulantes de la estación. Nos referimos a Anatoli Solonitsin, actor fetiche de Tarkovsky, y a Yuri Yarvet, más conocido por su magistral interpretación en El Rey Lear (Korol Lir, 1970) de Grigori Kozintsev (1970).

A Stanislaw Lem no le gustó demasiado la adaptación de Tarkovsky, al considerarla en exceso mística, algo que, a decir verdad, tampoco agradó a las autoridades soviéticas. La cinta ataca la vanidad de la ciencia y reflexiona sobre temas como la muerte, el amor o la inmortalidad.

Si uno conoce las preocupaciones e inquietudes religiosas que invaden la filmografía del autor de Stalker, no le costará encontrar ciertos paralelismos entre el océano de Solaris y Dios. Tampoco le extrañará la similitud, al menos conceptual, que existe entre la estación espacial y el paraíso cristiano; lugar en el que se supone que uno se reencuentra con sus sueños y seres queridos. Además, no deja de ser significativo que los “visitantes” aparezcan cuando llega el sueño. Un sueño que cuando es demasiado profundo se asemeja a la muerte, tal y como afirma Sancho Panza en un episodio de El Quijote que lee uno de los protagonistas del filme.


Si tuviésemos que quedarnos con una secuencia de esta obra maestra, nos quedaríamos con aquella en la que Kris y Hari, abrazados, flotan a consecuencia de la ingravidez de la estación, mientras suena la anteriormente mencionada composición de Bach. Esa ingravidez de los personajes, que también encontramos en otras obras de Tarkovsky,  nos muestra la extraordinaria poética visual del genio ruso.

En conclusión: 165 minutos de absoluta fascinación.


9 comentarios:

  1. Hola, Ricardo: Acabo de verla. La encontré en la biblioteca. No voy a añadir nada a lo que tú argumentas en tu comentario sobre ella, porque está todo muy bien dicho. sólo decirte que me ha encantado. También debo decir que, quizá me ha favorecido, a la hora de entenderla, haber leido su libro. voy a buscar otra y ya te contaré.
    Un cariñoso saludo

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  2. Hola, selegna:
    Pues me alegra mucho que hayas disfrutado de esta maravillosa obra de Tarkovsky. Recuerdo que un crítico italiano la describió, muy acertadamente, como un filme de conciencia-ficción. Espero que te sigan sorprendiendo, y que me lo cuentes, las películas del genio ruso.
    Un saludo cariñoso también para ti.

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  3. Creo que hay algo del personaje de Hari que se te escapa, y es que Hari, no es Hari. Hari es el concepto que Kris tiene de Hari, Solaris lo ha sacado de su subconsciente mientras dormía. En la mente de Kris, Hari es una suicida y por eso Hari no puede evitar una y otra vez su tendencia a dejar abruptamente de existir. De todos los amores imposibles de la historia de la literatura quizá este sea el menos posible todos. Un coloide, una gigantesca proteína creada por un cerebro extraterrestre que tiene como alma un sesgado recuerdo del pasado de su amante, que aunque la quiere, no puede perdonarle que le haya abandonado y un científico escéptico y sentimentalmente acabado. Por eso tal vez sea la historia más romántica que jamás haya contado alguien que no quería especialmente contar una historia romántica.
    Ni a Torkovsky ni a Lem les interesaba especialmente la ciencia ficción, Lem fue detenido después de publicar su primera novela y entonces comprendió que cuando se vive en una dictadura y se quiere hablar del ser humano hay que cuidar mucho las formas. Por eso saca del planeta tierra y del siglo XX sus historias, como Shakespeare (Católico recalcitrante) saco de la Inglaterra protestante la mayoría de las suyas.
    Ni la corta novela de Lem ni los 165 minutos de Tarkovsky tienen desperdicio. Habla de tantas cosas que sencillamente es tan difícil de describir como una “simetriada”, pero creo que es digno contar, la reflexión sobre la comunicación que representa esta historia. Lem y Tarkovsky vivieron el mismo problema. El querer comunicar y el ver, que no podían hacerlo por una censura impuesta por seres grises, incultos y con más miedo que el de la gente a la que querían controlar. La angustia del querer decir y el de no poder se respira cada minuto en todos sus personajes, que siempre tienen algo importante que contar, pero rara vez abren la boca, sólo respiran y escuchan el silencio del otro.
    Una obra arte sólo digna de Lem y de Tarkovsky, muchas gracias por recordármela.

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  4. Hola, Manuel:
    Reconozco, no sin cierto bochorno, que aún no he leído la novela de Lem, así que me limito a plasmar la visión que tengo de la Hari cinematográfica. Evidentemente, Hari es producto de la mente de Kris; aunque quizá yo cometa el error de considerarla como algo más que un simple concepto en la memoria de su amado. No sé, me da la sensación de que Tarkovsky la dota de una personalidad mayor que la que podría tener un mero espejismo. En cualquier caso, tu visión del personaje es más completa que la mía al haber disfrutado ya del texto de Lem.

    Un saludo.

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  5. La novela de Lem, que es fantástica, es una historia muy similar a la que nos cuenta Tarkovsky pero distinta. Sobre todo en lo que tu apuntas, Lem es más cientifista, habla más del antropocentrismo y menos del misticismo. Ese toque divino que tiene el océano de Tarkovsky, en que yo no había reparado hasta leer tu estupendo comentario, no lo tiene sin duda el de Lem. El genial final de la película no es en absoluto el de la novela. La misma historia en resumen, con reflexiones muy distintas en ocasiones y dos obras de arte de talla universal, sin duda.
    Por supuesto estoy de acuerdo contigo, Hari no es sólo un fantasma, ese océano divino que tu apuntas la ha dotado de un alma distinta, sólo quería indicar (perdóname pero me dolió que catalogaras a MI Hari de patética) que es normal que tienda a su autodestrucción pues este concepto es lo ha obsesionado a Kris durante años, Hari no sería el fantasma de Kris, sino fuera una suicida.
    Por lo demás enhorabuena por tu análisis y muchas gracias por esa visión del océano Divino que se me había escapado, ahora veo el final de forma distinta. Creo que Kris, con su sacrificio se acerca a esa Divinidad. Esto entronca fundamentalmente con el resto de la obra de Tarkovsky y sin duda conociendo a Lem (he leído prácticamente toda su obra) debió de ser lo que no le gusto de esta película. Lem deja a Kris desesperado y al océano, tan autista e indiferente a su desesperación como siempre estuvo desde su descubrimiento.

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    1. Hola, Manuel:
      Tal vez me has malinterpretado o simplemente no me he expresado del todo bien. Cuando hago referencia al patetismo que desprende la figura de Hari, estoy utilizando ese adjetivo en su acepción de triste y doloroso, que no grotesco. Su personaje me parece trágico y conmovedor.
      Por lo demás, gracias por los apuntes que esbozas acerca de esa gran novela que espero tener el placer de leer algún día. Me consta que, tal y como apuntas, lo que no gustó a Lem de la adaptación de Tarkovsky fue su misticismo. Habiendo repasado una y otra vez la filmografía del ruso, me resulta imposible no hacer una lectura religiosa (cristiana) de sus películas.

      Un cordial saludo y hasta pronto.

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  6. Es la primera película que vi de Tarkovski y la verdad es que me decepciono. Luego, unos años después, volví a verla y me di cuenta que la primera vez no tenía la suficiente experiencia vital para apreciarla. En esta segunda ocasión encontré la película fascinante y me caló profundamente.
    Lo que quiero decir con esto es que Tarkovski no es un director fácil si no estamos acostumbrados a cierto tipo de cine, más complejo, o no tenemos suficiente bagaje a nuestras espaldas.
    Ahora puedo decir que las siete películas que nos dejo este hombre son de un valor único e incalculable.
    Un saludo.

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    1. Hola, Luis:
      Comparto al cien por cien tu opinión. A mí me ocurrió algo similar con "Sacrificio", y a día de hoy es mi película favorita de todos los tiempos.

      Un saludo.

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  7. La película está muy bien hecha. Es una pena que Tarkovsky la haya considera más imperfecta que bien hecha.

    No es la película que más me ha gustado de la filmografía del director ruso, pero sí es imprescindible para cualquier fanático de un cine más pasional y menos robótico, adjetivo que describe a la perfección el tipo de cine al que están acostumbrados la mayoría de cinéfilos. No la recomiendo a nadie que no esté dispuesto a salir de su zona de confort y ver más allá de lo que nos muestra en poeta. Pensar es la clave del cine de Andrei; si no puedes hacerlo, no estás hecho para sus películas.

    Lo que más me sorprende del cine de Tarkovsky es como indaga en lo más recóndito del ser humano y su existencia. Para lograr esto, todas sus películas indagan un tema en particular, el cual será trabajado minuciosamente por el director hasta proyectar lo más cercano a un sueños o una realidad metafísica. Es así como está compuesto el cine de el mayor poeta visual que ha existido jamás.

    Mis películas favoritas de él son "Nostalgia" y "Stalker". "Andrei Rublev" y "Sacrificio" se están acercando cada vez más a estar entre los primeros lugares, además de estar entre mis películas favoritas.

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