El valle de las abejas (Údolí vcel, 1968) de Frantisek Vlácil.


Región báltica de Prusia, Plena Edad Media. Ondrej (Petr Cepek) es un joven amante de las abejas, al que le es presentada la nueva esposa de su padre, el señor de Vlkov (Zdenek Kryzánek), una chica que tiene prácticamente su edad y a la que regala un cesto lleno de pétalos que debajo esconde murciélagos. Tal acción hará que su progenitor cargue violentamente contra él, estando a punto de arrebatarle la vida. Arrepentido por su crueldad, el señor de Vlkov prometerá ante la imagen de una virgen consagrar la vida de su hijo a Dios si finalmente no fallece. Es por ello que Ondrej acabará entrando en la orden de los Caballeros de la Cruz, en la que un cruzado llamado Armin (Jan Kacer) se ocupará de su educación.


Es una lástima que un director del talento visual del checo Frantisek Vlácil sea prácticamente un desconocido, ya no sólo para el gran público en general, algo que es normal, sino incluso dentro del ámbito cinéfilo. Por eso es justo reivindicar su figura haciendo alusión a El valle de las abejas, su gran obra maestra junto con la impresionante Marketa Lazarová (ídem, 1967), que también se ubicaba en el medievo.

Se trata de un drama espiritual de enorme belleza, que recoge influencias estéticas que van desde el Eisenstein de Alexander Nevsky hasta el Bergman de El séptimo sello o El manantial de la doncella, pasando por el Kurosawa de Los siete samuráis y el Tarkovsky de Andrei Rublev.


Su sobria puesta en escena resulta muy adecuada a la hora de captar la atmósfera de misterio y recogimiento de una época de tinieblas y angustia existencial, enmarcada por una austera arquitectura románica y por la rigidez de unas tallas y relieves cuyas grotescas y antinatulares formas representan a una religión amparada en el temor.


La eterna lucha entre la carne y el espíritu atormenta a unos personajes extraviados en el intento de conjugar creencias con apetencias, e incapaces de resolver el choque que se produce entre unas y otras. Ni la vida de renuncia y sometimiento ni la que supone el goce de los placeres mundanos, ofrecen respuestas a la necesidad de saber de quien desconoce de donde viene y es incapaz de vislumbrar a donde va. Ondrej optará por abandonar la orden y dirigirse hacia su antiguo hogar, donde desposará a la viuda de su padre. Algo que no pueden admitir los principios dogmáticos de su mentor, que lo perseguirá para hacerlo regresar.


Cristianismo frente a paganismo, oraciones hacia imágenes sagradas frente a ruegos supersticiosos contra hombres lobo y serpientes, represión frente a libertad… así es Údolí vcel; mística y evocadora, áspera y hermosa, una verdadera obra de arte.

1 comentario:

  1. Desde Esculpiendo el tiempo me gustaría desear a todos los seguidores y lectores del blog una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo. Esperemos que el nuevo año llegue cargado de buen cine, salud y felicidad. Un abrazo.

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